EL LARGO TIEMPO DEL OTOÑO
Cuando te adentras en las intrincadas frondosidades de mis
otoños,
Paseas tan absorta en encontrar el significado de tanto
árbol marchito,
De tanta tristeza instalada en los nidos vacíos que lo
habitan,
En el decrépito colorido que tras el viento se tiñen las
hojas caídas,
En mis raíces una lagrima de savia se agita.
Tan despacio, con el tacto de las manos enervado de ternura,
acaricias
Cada herida que el tiempo fue horadando en la dura corteza
del roble,
Cada llanto de pesada lluvia que va dejando la tierra
vestida de tristeza,
Con los pies descalzos vas pisando los surcos repletos de
huellas,
Cuando un corazón aún anchuroso te ansía.
Tus ojos despojados ya de la mirada que se habita de
melancolía.
Busca en el aire la antigua cadencia de la vida cuando era
melodía,
No quieres olvidar que no hay viento que sentencie la muerte,
Que no hay tiempo que amargue los vestigios del sabor dulce
de la tierra,
Y mientras en los cauces secos de mis venas la savia se
entibia.
Mira en la profunda mirada del otoño que amarillea antes de
la despedida
Y encontrarás la respuesta a la pregunta que te queda,
¿Es acaso despreciable el girasol que pleno de simiente se
rinde,
Porque la luz es un eco que entre colores encubre la desidia?
Y por todo eso que adivinas en mi alma con delicadeza
Y el sonido armónico de las palabras que pronuncias y me
concluyen.
Se que ya no hacen falta primaveras para desde el alboroto
de tus cabellos
Hasta la sensatez del atrevimiento de tu entrepierna,
Hay un largo caminar que a lo cierto desafía.
(José M. Huete García. Agosto 2013)
D.A.R.
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