No era herida abierta
ni sangrante
ni un puñal traicionero
clavado
entre los omoplatos
Lo que dolía
a la pequeña flor
Que se negaba a morir
en el barro
en el sucio rincón
del barrio
Era la pena
que la amamantó
entre pañales
de hambre
entre sueños a pedazos
Era el ladrido
del perro acobardado
triste y flaco
Que ya solo a ella
se atrevía
a saludar con el rabo
Eran los niños
que no reían
Que puños
hacían con sus manos
por matar el rato
Le brotaron espinas
rojos lacerantes
en sus pétalos
Y un ser extraño
símbolo de su pasión
la nombró
Y entre plásticos
su doliente dignidad
le arrebató
(José M. Huete García, Diciembre 2014)
D.A.R.
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