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viernes, 21 de septiembre de 2012

VOZ DE OTOÑO

Hoy, cuando el mar se tiñe de noche profunda,

y en las olas, mi mirada no encuentra estrellas,

una sombra en mi playa se hace vagabunda,

en una mano lleva un corazón patido,

y en la otra unos versos que de pena rezuman.

Hoy, mi gaganta se enquista de salitre,

mis ojos lloran desnudas algas amarillas,

mis pies de sus caminos perdieron los lindes,

mis manos en el aire arañan tu nombre,

y en los restos de la hoguera mis sueños se derriten.

Hoy, he sentido en la brisa el palpitar de tu vientre

cuando tus caderas tienen cuardas de gitarra,

un lamento de soledades por los cantiles se pierde,

un monólogo de luna toca a rebato,

y en el mar la gaviota pesca peces de muerte.

Hoy, recordé que ya no soy marinero

que en los puertos cuenta su añoranzas,

que el tiempo rasgó las velas blancas de mi velero,

que solo un manto de hojas secas me cubre,

que otro Otoño me ha hecho prosinero.

Hoy, solo soy el recuerdo de una hoguera,

que mil veces encendíó fuego en tu sexo,

que soy una gota de lluvia, que en trazo se queda,

que todo murmullo calla de espanto,

que ya no manan mares enre tus piernas.

Hoy, dejo a la interperie mi corazón partido,

y sollozo, verso a verso, este poema.

(José M. Huete García, Septiembre 2012)

miércoles, 19 de septiembre de 2012

INSACIABLE

¿Acaso, hay alimento

exacto en su cocción,

servido en mantel de lino

con guante blanco,

o, simplemente pan migado

en un descascarillado tazón

de leche de cabra,

que pueda saciar

este hambre que padece mi alma?

¿Acaso, hay agua cristalina

derramada virgen desde la cumbre,

de la vida nívea ubre,

o, áspero y acidulado vino

de tierra agreste,

de vides rebeldes

al mandato de la espera debida,

que pueda saciar esta sed,

qe en mis labios se hace grieta.

y en mi corazón herida?

Ya comí los manjares exqisitos

que mastican, ensoberbecidos

de su voz tronante,

y acicalado poderío.

los que se celebra a si mismos

no saber el pequeño paso

que hay, entre la vida y la muerte.

Ya dormí al relente de la noche aterida,

mientras el hambre numeraba estrellas,

y ponía sordina a los intestinos

la esperanza de una mañana

de medio pan humedecido de rocío,

y la leche caliente,

manada de una ubre escasa

y mal pastada.

Ya bebi el agua bendecida

de las fuentes sagradas,

desde donde fluye la urgencia de los ríos

por cumplir su destino

de moris lentamente,

en la cresta de esa ola

que se repiete eternamente.

Y a saboreé la roja amargura

de los vinos servidos

con el avieso desdén,

de esas manos alquiladas

que graban a fuego e la piel

el nombre de esa soledad

que se hace infierno

en el último estertor de la esperanza.

No sacíe mi hambre,

no colmé mi sed,

mi busqueda se hace agonía,

cuando sé,

que solo en tu altar,

puedo celebrar ese mítico ritual,

pagano o celestial,

conque sacia la eucaristía.

(José M. Huete García, Septiembre 2012)

UNA ESTACIÓN VACÍA

Con el pie en el estribo

de este último tren,

que me llevará sin remedio,

a ese lugar de nombre tan corto

y memoria infinita,

o, de nombre tan largo

y de memoria tan corta,

mientras se galopan ante mis ojos,

los paisajes

de todas mis soledades,

en ese castigo

con que se regodea el tiempo

antes de arrancarme el último suspiro...

 

Miro hacía atrás.

sabiendo que lo posible

es solo cálculo de probabilidades,

asidero de la fe mas triste,

que el azar también existe,

esperando escuchar un adiós

de tus labios,

un tintineo del aire,

una lágrima escapándose

de tu mirada suplicante,

tu cuerpo ofreciéndose

como apresurado regalo

de tu lujuria renacida,

 

Pero, nada ocurre,

nada sucede,

el anden es solo silencio

prolongado en la nada,

donde todo lo que dejo

tiene la forma de un sueño desvanecido,

donde todo lo que sucede

donde yo estuve,

seguirá sucediendo,

en ese sacrificio expiatorio

al dios del tiempo,

que es la vida.

 

Doy el siguiente paso,

desnudo de miedos,

sin mas equipaje,

que mi desnudez completa.

y una urna donde guardo las cenizas.

de mi única certeza...

 

La de que te amé,

la de que me amaste,

la de que todo fue locura...

¡Cuando sin ley nos amamos!

 

 

 

ECO Y REFLEJO


 
Quizás, somos cantos rodados del mismo río,

gotas de la misma lluvia melancólica y cristalina,

donde todo se inicia.

 

Quizás, seamos surcos arados

en el mismo tiempo de cenizas,

granos de trigo de la misma espiga,

pan amasado por las mismas manos,

hambre de la misma memoria

no escrita.

 

Uvas del mismo racimo amargo,

restos de la misma botella vacía

antes de que fuera bebida.

 

¡Quizás, seamos despojos

de la misma vida!

 

Quizás el mismo dios

escribió el destino

en la palma de nuestras manos

en el ángulo oscuro

de nuestros espantos.

 

Quizás somos restos del mismo naufragio

de lo prescrito,

el mismo trazo fugaz

del horizonte,

la efímera pirueta

de alguna golondrina

de su nido perdida,

el parpadeo del girasol

en las horas tristes de soles.

 

Quizás, solo seamos el rumor

del ancestral abismo

oculto en el vientre de la caracola

que en la playa muere

guardando el secreto,

de por qué el deseo es como las olas

que nacen de sal embravecidas

y en espumas dulces se amansan

para volver a cabalgar la misma brisa

con que el tiempo agoniza.

 

Quizás, solo somos dos instantes

entre el azar y el cálculo de probabilidades,

que se encontraron

trasgrediendo las leyes,

para copular frenéticos

en una pasión insaciable.

 

¡Quizás, ya solo somos

el eco de lo que fuimos,

el reflejo amarillento

del mismo espejo!

 

Quizás, solo somos

lo que nunca fuimos,

o, quizás, solo somos

el misterio inescrutable

que el silencio descifra

en la inexorable espera

de lo inevitable.

 

¡Quizás, solo seamos la lágrima

de la azucena ultrajada

por un colibrí atormentado!

 

¡Quizás,

solo existamos en ese linde

entre el tiempo prohibido

y un acorde de la nada!

 

 

martes, 18 de septiembre de 2012

QUIZÁS. SEA PECADO

Quizás,

sea pecado recrearme de goce

en ese destello que asoma entre tus pestañas,

sin saber de que arco iris

se despendió hasta tu mirada.

Si son tus ojos, verde de Primavera incipiente,

si es azul del cielo que en ellos se vierte,

si es gris ceniza del rescoldo en que el fuego se apaga.

si es el negro que del infierno advierte.

Quizás,

sea pecado querer encontrar en ella

los misterios que el tiempo me oculta,

Intentar encontar en ese pozo profundo

el sabor de lo inabarcable,

emborracharme hasa el hartazgo

de lo inexplicable,

intentar saber...

si es la esperanza el final de la espera.

Quizás...

¡Simplemente sea pecado amarte,

con la desnudez del niño,

cuando te deseo!

(José M. Huete Garcia, Enero 2011)

lunes, 17 de septiembre de 2012

CERTEZA

En el aliento del aire. percibo

la premonición de tu esencia,

la que persevera indeclinable,

aunque en el torrente que inicia la lágrima,

a veces, te pierda.

La de la brisa enternecida,

acariciando las iniciales verdes

de la Primavera.

La del viento de Otoño,

espeso de tristeza,

arrabatando al olvido,

las últimas hojas secas.

La de la ola acunada en espumas blancas

cansada de la rebeldía cotidiana

encreaspada de azules,

muriendo meditabunda

en arenas mansas.

La de la voz de la cigarra insumísa

proclamando que solo es tiempo

el que se conjuga en presente.

La del silencio de la hormiga,

que disciplinada amamnta su miedo

a que el tiempo también sea mañana.

La de tu aroma de hembra,

espacido como polen

por el aleteo de esa mariposa

que en cada uno de mi poros se posa,

y encada uno de mis pliegues

en deseo se reinventa.

En el aliento del aire,

percibo con certeza,

que eres esa bocanada de vida

que inunda mi sangre.

(José M. Huete García, Septiembre 2012)
A CIEGAS

Qué cercano siento el latido de tu sangre,

cuando el dorso de tu mano

se hace mas suave que la brisa

de una alborada aún incipiete,

y enjuga en mis mejillas

toda esa tristeza de rotos cristeles

que mis ojos vierten.

Qué lejana adivino

la pasión, que a tu mirada

inerme me crucifica,

que entre tus pestañas,

un infinito océano

es agua que me purifica.

Que sean tus palabras

las que acorten esta lejanía,

que, en sombras sin brillo,

sobre mis ojos se cierne.

Pronuncia mi nombre muy despacio

como susurran al viento,

los trigales verdes,

que cada letra en mi alma,

sea gota de lluvia

que en torrente se desborde.

No apagues en tus pupilas

el fuego que esta pasión nos enciende,

ni cambies el acento agudo de su llama,

que aunque en mis ojos solo brille

una sombra del arco iris,

no hay cielo mas profundo

que el que te ve

cuando hacia dentro te miro.

Deja que entre mis dedos

todo el bosque se incendie,

deja que en mis labios

sepan dulces las cenizas,

y en tu vientre,

mi deseo, para siempre

en mi memoria te dibuje.

Sé fuego,

sé agua,

sé viento…

¡Sé al ciento por ciento

todo lo que me queda como cierto!

(José M. Huete, mayo 2012)