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martes, 28 de enero de 2014


LA ANCIANA NIÑA MALA.

La busco por esas callejas
que perdieron el nombre,
y la luz de las farolas
es como un desteñido
negativo, donde las sombras
son tenues huellas
de no se sabe qué época..

Pregunto por ella
a algún contador
de borracheras
con aliento excesivo
y voz de caverna,
a algún chulo
que aún aparenta
glorias remilgadas
sobre botines reventados,
incluso algún
vecino descreído
de mi interés asexuado.

Les describo
a aquella niña mala,
anciana de soledades,
de sueños rotos
en amores baldíos,
de hambres, miserias
y noches al raso,
la que nunca pudo crecer
para ser mujer,
madre o amante.

La que prendió en su cabello
un clavel de plástico,
que el único vestido
lavado y relavado
para hacerlo provocativo
remangaba en su cintura,
la boca repintada
como una herida abierta,
y aquellos zapatos
de basurero,
remendados de cartón
y paciencia,
y que bajo la lluvia
se deshacían.

Todos la conocen
como Lola,
la puta vieja,
pero nadie tiene
noticias ciertas,
unos me dijeron
que murió de hambre
escarbando en la basura,
otros que de la enfermedad
de la vejez
sin remedio,
otros que en una borrachera
de vino barato
tras un desengaño,
otros que en una pelea
por un hueco abrigado
en noche de tormenta,
otros que a manos
de un chulo
que se sintió engañado
por unos centavos.

Seguro que alguna
será verdadera,
mas quisiera saber
si al menos hay
un cementerio
que sepa de ella,
si alguien la lloró,
si le dedicó
alguna oración
aunque fuera apresurada.

Y recordé aquellas
palabras que de soslayo
me dedicó,
cuando en mi buena fe
le pregunté
por qué no intentaba
vivir de otra manera:

-.Yo no vivo. mi niño,
   Yo muero cada día,
    nunca supe
    hacer otra cosa.

¡Y me vuelvo a quedar
con mi mala conciencia!

(José M. Huete García. Octubre 2013)

D.A.R.

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