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jueves, 26 de diciembre de 2013




EL COLUMPIO

Desde el principio,
yo era el árbol robusto y frondoso,
y tu la niña alegre y confiada,
que cada tarde
te columpiabas,
mientras tu risa volaba
para posarse
en un nido de mi alma.

Yo esperaba paciente,
mientras el tiempo añadía
otra cicatriz a mi corteza.
A que puntual como la primavera
llegaras,
y mis brazos sintieran
la rítmica cadencia
de tu confiada inocencia.

Desde el principio,
supe de la brisa enredada
en tu cabellera,
del sol madurando
con su calidez decadente,
la sedosa voluptuosidad
de tu piel
de mujer incipiente..

He sabido de ti,
en cada pisada de los caminos
que a mis pies acaban,
en cada revuelta del río,
que mis penas de sauce arrastra
a ser destino
en tu eternidad durmiente.

Raíces he echado
duraderas como el olivo,
sedientas de lluvia
como las vides,
hambrientas de soles
como los girasoles,
en todas te he sentido
tu sabor a tierra perenne.

Y ahora, en este amanecer
de fría latitud Norte,
de donde el Sol viene,
a veces,
y a veces se adormece,
siento de nuevo ese vaivén,
que me hace sentir
que la savia aún me recorre.

(José M. Huete García, Diciembre 2013)
D.A.R

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