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miércoles, 9 de enero de 2013

EL NIÑO QUE CONSTRUÍA CASITAS DE BARRO

Fue bajo aquel chopo grande
Inabarcable a los brazos
De un niño que soñaba
Casitas de barro hechas con sus manos,
Que jugaba sin saberlo
A ser arquitecto de sus sueños,
Donde por primera vez
Supo que se enterraba la inocencia
Cuando los pétalos amargos
Pueblan de muerte
La insultante virginidad de los geranios.

Fue en aquella casa de verano
Asomada a los campos,
Entre cantos de cigarra,
El mugido de los bueyes en el prado,
La fija mirada de los girasoles,
La fragilidad libertaria de las amapolas
Imponiendo su colorido ardor
Al sumiso verdor de los trigales,
Al sorprendido mirar como tornasol
De una pupilas aún tiernas,
Cuando creyó que solo el tronar de un rayo
Podía llevarle hasta el alma el espanto.

Fue en otro tiempo
Cuando aun desconocía
Que las huellas de la herida abierta
Son siempre dolor en el presente
Que la injusticia inexplicable
Son manjar en la mesa de los dioses,
Que basta el soplar de un viento injusto
Para que la mirada mas dulce se apague
Sin mas vela que el recuerdo
Para mantenerla viviente.

¡Qué basta una patada al aire culpable
Para que se derrumbe la casita de barro
Para que con ella se inmole
Toda conciencia inocente!

(José M. Huete García. Enero 2013)

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