INQUIETO REFLEJO DEL YO
Cuando me besas,
tus labios incitantes, repletos
de ese vino rojo que me embriaga
poco a poco,
que enloquece en mis arterias,
y se desborda en mi mente
dejando todos los diques rotos...
Siento miedo,
de no poder definir mis lindes,
el norte y el sur
de mi esencia,
el antes y el después
del tiempo y su inclemencia.
De no saber,
si cada trago de tu aliento,
cuando hace cenizas las palabras
en mi garganta,
es ese viento agreste e incontrolado
de los sueños imposibles,
los de la eterna espera,
que deshace en arenisca
la piedra cuadrangular
de los cuatro abismos,
sobre la que me asiento.
Siento miedo,
de no saber si lo que soy
es el eco de lo que fuí,
cuando me tejía de ausencias,
si soy la leña,
que se consume en tu fuego de hoy,
o si he de ser eterno caminante
en busca de ese instante
que entero me contiene.
Tengo miedo,
de que este deseo de tus labios
en el que me abraso,
solo sea el agujero negro
de mi consciencia,
donde para siempre me apago.
¡Y mientras tanto,
úngema con tus manos,
para que este vértigo
de nacer y moris en ti,
no lo sea en vano!
(José M. Huete García, Octubre 2012)
Cuando el espíritu palidece ante lo irresoluble de la realidad, que nos castiga y amedrenta, la palabra teje ese manto que nos protege, que nos abriga, que nos devuelve a las horas de la inocencia, LA POESÍA. Aquí me encontrareis desnudo de equipajes inservibles, transpirando los sentimientos mas esenciales de mi devenir. Con mis dolores de parto, con mis alegrías rescatadas con la inmensa potencia del lenguaje mágico que surge en la espera interminable de saberme entero e indestructible.
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