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viernes, 12 de octubre de 2012

INQUIETO REFLEJO DEL YO

Cuando me besas,

tus labios incitantes, repletos

de ese vino rojo que me embriaga

poco a poco,

que enloquece en mis arterias,

y se desborda en mi mente

dejando todos los diques rotos...

Siento miedo,

de no poder definir mis lindes,

el norte y el sur

de mi esencia,

el antes y el después

del tiempo y su inclemencia.

De no saber,

si cada trago de tu aliento,

cuando hace cenizas las palabras

en mi garganta,

es ese viento agreste e incontrolado

de los sueños imposibles,

los de la eterna espera,

que deshace en arenisca

la piedra cuadrangular

de los cuatro abismos,

sobre la que me asiento.

Siento miedo,

de no saber si lo que soy

es el eco de lo que fuí,

cuando me tejía de ausencias,

si soy la leña,

que se consume en tu fuego de hoy,

o si he de ser eterno caminante

en busca de ese instante

que entero me contiene.

Tengo miedo,

de que este deseo de tus labios

en el que me abraso,

solo sea el agujero negro

de mi consciencia,

donde para siempre me apago.

¡Y mientras tanto,

úngema con tus manos,

para que este vértigo

de nacer y moris en ti,

no lo sea en vano!

(José M. Huete García, Octubre 2012)

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