TAMBIEN LLUEVE EN EL DESIEERTO
Tiñe la tierra su faz con el color de la ceniza,
con la tristeza de la sequedad de su vientre,
hay un desierto sin límites, un manto de arenisca,
un áspero grito de primaveras que ya no vienen.
Llora lagrimas de piedra porque ya no la ama la lluvia,
porque ya no copulará con sus gota cristalínas,
porque los surcos que el arado del tiempo
abrió paciente, ya no gozarán placer de simiente.
¡Cuán yermo queda el corazón que temeroso
pone rajas a la llamda de la sangre,
cuando aún es el tiempo de los soles ardientes!
Deeja que tu mirada plena de azules celstes
vuele libre como el águila en las cumbres,
cabalgue como potra salvaje, reina de la planicie.
que solo el cielo llene tus ojos de matices.
Toma entre tus manos la mas bella de las flores.
arrancala con desparpajosin temer las espinas de su tallo,
bébete el aroma del viento, como se bebe el vino
imprudente, que mana directo de las vides.
No llores, amor, tu infecunda tristeza,
que el desierto es solo apariencia de arena,
que no hay pena que firme resista
el éxtasis supremo qu enciende una caricia.
(José M. Huete Garcia, octubre 2012)
Cuando el espíritu palidece ante lo irresoluble de la realidad, que nos castiga y amedrenta, la palabra teje ese manto que nos protege, que nos abriga, que nos devuelve a las horas de la inocencia, LA POESÍA. Aquí me encontrareis desnudo de equipajes inservibles, transpirando los sentimientos mas esenciales de mi devenir. Con mis dolores de parto, con mis alegrías rescatadas con la inmensa potencia del lenguaje mágico que surge en la espera interminable de saberme entero e indestructible.
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