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lunes, 30 de diciembre de 2013

A ICOD DE LOS VINOS

La ciudad donde vivo,
se desliza a pequeños saltos
por la ladera de un volcán
ya manso y callado,
hasta recibir el abrazo
de un mar sereno
que no aprieta
con fuerza su cintura,
ni le exige
que le acompañe
en viajes aventureros.

No es grande,
ni tan pequeña
para evitar esa batalla
entre lo nuevo,
que con su intransigencia
pretende apropiarse
hasta de su balconadas
de trabajada madera,
y esa indolencia
de lo viejo que resiste,
con la sabiduría
de quien con los años,
ya sabe de todos los vientos..

Sus gentes tienen
esa reserva profunda
del que toca la tierra cada día,
que la aromatiza
de fecundas cadencias,
y esa efervescencia
que de su boca vuela
en forma de isa o folia,
cuando su voz cantarina
cuenta tristezas o alegrías.

Sus palmeras
de cadera estrecha,
y sus flores alegres
que la salpican
voluptuosas de colores,
ponen acentos tropicales
en su plazas,
avenidas o callejas,
y esa lilácea
que orgullosa de años
Drago se proclama,
Y a las nubes
con sus raíces abraza.

Mi ciudad es musa
que cada mañana,
se asoma a mi ventana
y cálida me abraza.

(José M. Huete García. Octubre 2013)

D.A.R.

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