A CIEGAS
Qué cercano siento el latido de tu sangre.
cuando el dorso de tu mano
se hace mas suave que la brisa,
de una alborada aún incipiete,
y enjuga en mis mejillas
toda esa tristeza de rotos cristeles
que mis ojos vierten.
Qué lejana adivino
la pasión que a tu mirada
inerme me crucifica,
que entre tus pestañas,
un infinito océano
es agua que me purifica.
Que sean tus palabras
las que acorten esta lejanía,
que en sombras sin brillo
sobre mis ojos se cierne,
Pronuncia mi nombre muy despacio
como susurran al viento,
los trigales verdes,
Que cada letra en mi alma,
sea gota de lluvia
que en torrente se desborde.
No apagues en tus pupilas
el fuego de esta pasión nos enciende,
ni cambies el acento agudo de su llama,
que aunque en mis ojos solo brille
una sombra del arco iris,
no hay cielo mas profundo
que el que te ve
cuando hacia dentro te miro.
Deja que entre mis dedos
todo el bosque se incendie,
deja que en mis labios
sepan dulces las cenizas,
y en tu vientre,
mi deseo, para siempre
en mi memoria te dibuje.
Sé fuego,
sé agua,
sé viento…
¡Sé al ciento por ciento
todo lo que me queda como cierto!
(José M. Huete, mayo 2012)
Cuando el espíritu palidece ante lo irresoluble de la realidad, que nos castiga y amedrenta, la palabra teje ese manto que nos protege, que nos abriga, que nos devuelve a las horas de la inocencia, LA POESÍA. Aquí me encontrareis desnudo de equipajes inservibles, transpirando los sentimientos mas esenciales de mi devenir. Con mis dolores de parto, con mis alegrías rescatadas con la inmensa potencia del lenguaje mágico que surge en la espera interminable de saberme entero e indestructible.
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