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viernes, 7 de septiembre de 2012

A CIEGAS

Qué cercano siento el latido de tu sangre.

cuando el dorso de tu mano

se hace mas suave que la brisa,

de una alborada aún incipiete,

y enjuga en mis mejillas

toda esa tristeza de rotos cristeles

que mis ojos vierten.

Qué lejana adivino

la pasión que a tu mirada

inerme me crucifica,

que entre tus pestañas,

un infinito océano

es agua que me purifica.

Que sean tus palabras

las que acorten esta lejanía,

que en sombras sin brillo

sobre mis ojos se cierne,

Pronuncia mi nombre muy despacio

como susurran al viento,

los trigales verdes,

Que cada letra en mi alma,

sea gota de lluvia

que en torrente se desborde.

No apagues en tus pupilas

el fuego de esta pasión nos enciende,

ni cambies el acento agudo de su llama,

que aunque en mis ojos solo brille

una sombra del arco iris,

no hay cielo mas profundo

que el que te ve

cuando hacia dentro te miro.

Deja que entre mis dedos

todo el bosque se incendie,

deja que en mis labios

sepan dulces las cenizas,

y en tu vientre,

mi deseo, para siempre

en mi memoria te dibuje.

Sé fuego,

sé agua,

sé viento…

¡Sé al ciento por ciento

todo lo que me queda como cierto!

(José M. Huete, mayo 2012)

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