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martes, 7 de agosto de 2012

DESAMOR
No se murió la noche
entre las caricias anaranjadas del alba,
entre tizones rojos aún ardientes,
en el primer parpadeo del girasol,
en el dulce rocío que despertó al cracol,
en el instante siguiente
en que titubeante se despidío
el último sueño
de entre mis brazos tenerte...

Fué una maldita luna
despiadada e intrigante,
que sobre si se giró,
y su otra cara me mostró
donde habita la muerte.

Negro es el hueco del dolor
que en mis pulsos clavados
al áspero madero de tus ausencia,
grita la herida de la piedra,
que en aenisca se deshace
para no ser al altar
donde adoré tu presencia.

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